Por Ana Candelas.
En la vida, pocas personas o pocas situaciones nos enseñan a decir adiós. Acompáñame a contarte esta historia súper personal que a lo mejor puede ayudarte.
Yo trabajé en Prepa Carl Rogers 15 años. Llegué a esta preparatoria por casualidad. Era una madre joven, primeriza y acababa de salir de la universidad. Tenía mucho miedo y no sabía ni cómo buscar trabajo, pero un día, en la avenida Constituyentes, vi un anuncio de unos adolescentes y una prepa que nunca había conocido. Decidí llamar a ver si tenían clases de teatro, cosa que en ese momento era difícil.
Pero tuve suerte. Sí las necesitaban. ¡Era una escuela donde les importaban las artes! Era una escuela prácticamente nueva, ya daban danza y artes plásticas y siempre habían tenido la inquietud de agregar un área artística más. Me contrataron y comencé un viaje con una maleta llena de incertidumbre, pero también de emoción.
Yo ya había dado clases de teatro antes, pero nunca como en este lugar. Poco a poco me fui dando cuenta que este lugar era DIFERENTE. Te trataban con familiaridad, cariño y alegría. En las juntas de maestros había espacio para reír, para aportar, para decir lo que pensaras y casi parecía una reunión entre amigos. Pilar (la directora)y yo, con el paso del tiempo, nos fuimos haciendo amigas y casi siempre antes de mis clases subía a su oficina para platicar con ella de todo y de nada.
Me di cuenta de que me quería quedar ahí. Así que cuando hubo la primera oportunidad, les pedí que me dejaran ser tutora. Obviamente, para poder tomar el cargo tenía que ser de preferencia psicóloga, pero me dieron la oportunidad. Supongo decidieron arriesgarse a pesar de que en ese momento todavía era una “chavita” un poco temperamental y con mucho que aprender.
Fui tutora y trabajé con los alumnos y sus papás, acompañándolos y cuidando de que sus procesos en el transcurso de su paso con nosotros fueran bonitos. No siempre lo hice bien, pero me permití y me permitieron conocer mucho sobre los adolescentes, entender los procesos educativos y aportar a la dinámica de la escuela y de los maestros.
Al mismo tiempo, seguí dando clases de teatro y después de un par de años me volví Coordinadora Artística. Era un cargo que no existía, pero con el pasar del tiempo los eventos para papás, donde veían coreografías y obras de arte, se fueron convirtiendo, más que en una feria de ciencias, en nuestra FERIA DE HUMANIDADES. ¡Quién iba a pensar en ese momento que se volvería un sello distintivo de nosotros! Conforme fue pasando el tiempo se afianzaron también otros espectáculos que después se volverían parte de la tradición, como la FERIA DE DÍA DE MUERTOS y el MONTAJE FINAL, en el que los chavos de 6to probarían sus conocimientos sobre el escenario con una obra de teatro semi profesional.
Entonces comencé a dedicarme con todo mi entusiasmo a ello y me di cuenta que la parte creativa era lo que me hacía más feliz y que sería lo mejor dejar la tutoría. Me dieron permiso y con el tiempo también me permitieron a dedicarme a mi otra pasión: el marketing.
Yo desde que tenía 17, pensé en que quería trabajar en dos cosas: en el arte escénico o en la mercadotecnia. Ellos, muy generosamente, me dieron la oportunidad de dedicarme a esto también a pesar de mis conocimientos limitados, y me apoyaron a terminar mi segunda carrera en Mercadotecnia Internacional. Contrataron a una agencia de marketing, SmartUp, para que nos ayudara a poder decirle al exterior lo bonito que había en Prepa Carl Rogers. Aprendí muuuucho, puse en práctica muchos de mis conocimientos, di mi mejor esfuerzo.
Y así pasaron los años. No voy a decir que no hubo momentos de dificultad, por supuesto que los hubo. Pero los más, los que me llevo en el corazón, los que merecen ser recordados, fueron momentos de muchas risas, de pláticas interesantes en la oficina, de camaradería entre maestros, de alumnos a los que ayudé, de mucho afecto y de mucha creación.
Me apoyaron en mis proyectos más “locos” desde hacer un escenario en el agua, hasta convertir la preparatoria entera en un recorrido a oscuras con escenas tétricas e inquietantes para el 2 de noviembre, pasando por usar antorchas, espadas y muchas cosas más. Construyeron un hermoso escenario para nuestros espectáculos y lo equipamos completamente, para permitirnos a todos vivir risas, nervios, amor, tristeza, terror y muchísima emoción.
Viví yo, a nivel personal, muchos eventos importantes en este lugar: tristezas, alegrías, decepciones, satisfacciones y crecí como persona y como profesional… Vi pasar a muchas generaciones, a maestros, a amigos y también los vi regresar a visitarnos. Crecí como maestra y me hice más flexible, compasiva, amorosa y espiritual. Vamos, en resumidas cuentas, me volví distinta.
Y el cambio, que es lo único que tenemos seguro en esta vida, me siguió impulsando a llegar hasta hoy. Y ese mismo impulso de seguir creciendo es lo que me lleva a irme de este lugar que ha sido como mi casa durante tanto tiempo.
No ha sido una decisión fácil, pero he aprendido que, para seguir avanzando y mejorando, siempre llega el momento de soltar. Y puede parecer fácil para algunas personas, porque existen algunas que no se ligan emocionalmente con sus trabajos, pero para mí, Prepa Carl Rogers significa una vida entera.
Lloré al decidirlo, he llorado despidiéndome y probablemente seguiré llorando aún un tiempo por esta partida tan agridulce, porque siempre duele dejar a personas que se han convertido parte de tu familia, de tu día a día. Pero también sé, y me queda el consuelo, que las personas que vienen ahora y que estarán a cargo de lo que yo hice, van a traer nuevos aires, nuevas creaciones, ideas efectivas y será una transformación tranquila, bondadosa, necesaria.
Y para mí, lo más importante, es que me voy en un agradecimiento y con un amor que me llena el corazón. Tengo tanto agradecimiento a todos los que son, fueron y siempre han estado, que no sé cómo podré pagárselos.
Me volví un adulto aquí, me vieron pasar por todas mis transiciones: de cabello, de conducta, de alma. Tuve a 2 jefas, que más que jefas, que fueron amigas, tías, mamás, compañeras, cómplices, porristas. Tuve a compañeros que se volvieron queridos amigos y hermanos de labor, y alumnos que se volvieron hijos por momentos, pero sobre todo grandes maestros de vida, espejos adolescentes que me ayudaron a mejorar siempre.
Mi alma se llena pensando en todo el cariño que me han dado en mi partida.
Y en este momento, pienso en que cerrar ciclos de una manera amorosa siempre los convierte en transiciones, no en finales. Aprender a cerrar una puerta con cariño y cuidado permite que nuestro corazón se sienta en paz y que la partida duela menos. También, pienso en que debemos reconocer cuando un lugar ya no es el nuestro, y no porque no se le quiera, sino porque necesitamos dejar ese espacio libre para que otras personas lo ocupen y permitir que también otros espacios y personas lleguen a habitarnos para transformarnos y continuar en el aprendizaje de la vida.
Y es importante tomarse el tiempo cuando uno se va, o en otros casos cuando a uno lo dejan. Porque no somos máquinas, necesitamos tiempo para procesarlo, para despedirnos, para llorar, así como darle tiempo a las personas para que lo hagan.
Esta es una carta amorosa para decirle “hasta siempre” a todos los que me han acompañado en estos 15 años y también para transmitirte a ti, que me lees, que no siempre los finales son malos, ni tienen porque serlo, y para decirte que realmente creo que TODOS LOS CAMBIOS SON BUENOS. De cualquier clase, en cualquier relación, aunque parezcan malos, aunque no los queramos, aunque nos resistamos a ellos.
Sé, por experiencia propia, que resistirse al cambio solo crea frustración y dolor. Por eso, me entrego a este cambio y confío en que la vida, Dios, el universo o como quieras llamarlo, siempre nos guía a donde necesitamos llegar. Solo necesitamos confiar y soltarnos, tomar lo que aprendimos y ver lo que viene con optimismo.
Y antes de terminar, quisiera poder decir un GRACIAS que se queda en el infinito. Porque creo que la clave para irse de un lugar de la mejor manera siempre está en agradecer lo que aportó para tu existencia. No quisiera escribir nombres por temor a olvidar a alguien, sé que ellos saben (valga la redundancia) todo lo que puedo agradecer.
Gracias por las sonrisas, los consejos, las pláticas, los viajes, las discusiones, los juegos, las enseñanzas, los abrazos, los detalles, la comida. Gracias por todo.
Y a quienes crearon y siguen dando vida a esta hermosa Institución, gracias por ofrecer un espacio tan lleno de felicidad, arte, enseñanza y aceptación para todos los adolescentes que lo necesitan. Gracias porque a mi también, como a todas las generaciones que han pasado, me han hecho crecer y ser mejor.
Con amor para siempre,
Ana Candelas
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