Por: Pedro Moreno Granados
A finales de los años 90, surgió un pequeño brote que, 27 años después, se ha
convertido en un gigante dentro de la cultura popular conocido como Pottermanía,
gracias al mundo ficticio de Harry Potter y su travesía por la escuela de magia y
hechicería Hogwarts.
Este fenómeno del fandom trasciende las barreras de la edad y desafía incluso la
noción de ser considerado un culto, convirtiéndose en parte del status quo,
lo que incluso permite iniciar una conversación con frases como:
-¿De qué casa eres? O ¿De qué forma es tu patronus?
Por mencionar algunas, sumado al poder usar también fragmentos de las películas
como ejemplos o para contextualizar cosas de la vida real.
Parte de esta normalización "potteriana" implica el uso de elementos, símbolos y
conceptos de la ficción en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, disfrutar de una
cerveza de mantequilla en un pub que la sirva, adquirir grageas de todos los
sabores (aunque no sean precisamente de todos los sabores), o incluso llevar a
cabo un cosplay de algún personaje de la saga y usarlo en un día normal, ya sea
en la escuela o en el trabajo.
Sin embargo, un elemento particular, del cual se deriva este escrito, está relacionado
con el texto elaborado por el magizoólogo Newt Scamander.
Proveniente de la casa de Hufflepuff y con estudios inconclusos, Newt dedicó su vida
a crear un compendio de las criaturas mágicas del mundo, detallando sus
características, hábitats y otros aspectos.
El libro "Animales fantásticos y dónde encontrarlos" se convierte en una
herramienta pedagógica en la escuela de magia y hechicería para todos los
estudiantes que buscan obtener su acreditación; sin embargo, a pesar de que
existe una edición del libro en la vida real, no es el único compendio de animales
fantásticos.
A lo largo de la historia de la humanidad, el mito, la mística y la
fantasía han acompañado el devenir de las civilizaciones, poseer herramientas
que nos permitan identificar, clasificar e incluso protegernos de estos seres con
capacidades sobrehumanas no es exclusivo de una sola cosmovisión en el
mundo, si no que incluso atrevería a afirmar que es nato de la literatura de las
sociedades.
A lo largo del mundo, existen diversos libros de este tipo, ya sea el Libro de La
Llave Menor de Salomón, que agrupa a los demonios de la religión católica-
cristiana, o el libro Hakutaku de las sociedades japonesas, que concentra a sus
bestias más peligrosas, además de los ya conocidos libros de Yokais o de los
dioses griegos; sumado a estos, existen todos los pergaminos que se han
encontrado de la Edad Media, en donde seres como el unicornio o los dragones
adquieren forma y especificaciones a nivel taxonómico.
El continente americano no es la excepción y, sin duda, adentrarse en el mundo
de los seres fantásticos, especialmente en México, es como caer por el agujero
que Lewis Carroll utiliza de entrada al país de las maravillas. Si algo se sabe de los
seres fantásticos de México es que no están anclados a un tiempo o espacio
determinado, e incluso tienen un sentido de cercanía casi familiar; en cada familia,
al menos algún tío, abuelo o incluso primo, ha visto una bola de fuego, un búho
convertirse en bruja o incluso "le han cantado un tiro" a algún demonio en el cerro
con un machete oxidado.
Cuando hablamos del folclor dentro de México, en un sentido amplio, es necesario
detenerse en cada tópico para profundizar y comprender la complejidad de
nuestro bello país.
En este sentido, el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI), desde su concepción,
ha procurado revalorizar las cosmovisiones de los pueblos indígenas y devolverles su
valor ante esta sociedad posmoderna.
Ha elaborado compendios por tema para conocer las tradiciones y ha mapeado los
pueblos originarios, explicando sus tradiciones. Además, ha recuperado de la
tradición oral, de libros tradicionales y del imaginario colectivo las leyendas y seres
fantásticos de diferentes cosmovisiones, desde los actuales pueblos originarios
hasta los primeros pueblos del México prehispánico.
Entonces, si bien en nuestras escuelas no tenemos un compendio de animales
fantásticos y dónde encontrarlos, no hace falta, ya que la misma idiosincrasia del
mexicano nos permite tener en nuestra cotidianidad un catálogo interminable de
seres fantásticos, tanto buenos como malos, y de todos los lugares imaginables.
Por ejemplo, desde los fértiles campos azules del maguey y los lares del jimador,
montado en un caballo azabache con ojos negros como la noche y mirada
penetrante como la misma eternidad, existe o quizá solo transita el alma de un
charro negro que pregona el trato con él.
Contrapuesto a este, está el mítico animal que en 1994 incrementó su rastro de muerte
vacuna y de ganado menor justo en una contienda electoral que terminó en fraude y
que llamado el chupacabras, se asoció directamente con el “Inombrable” presidente de
estatura corta pero habilidad inmensurable.
Sumados a estos ejemplos, en nuestro repertorio de seres fantásticos, la figura de
la mujer también tiene un peso significativo. Entidades como la que llora junto a un
río la pérdida de sus hijos, o aquella que se pasea por los hospitales con su
uniforme pulcro y muy planchado, son seres que acompañan a las bolas de fuego,
las cuales son brujas que buscan amedrentar a quienes las ven, las cuales en
formas amorfas e incluso andróginas pueden clasificarse junto a los Aluxes o los
Nahuales, quienes tienen una amplia pluralidad sobre el tema del género, ya que,
transitan en más de un código binario de asignación.
En este sentido, basta con recorrer cada estado de la república con ojos de
investigador para escuchar desde la leyenda más reciente hasta la más antigua
para así conocer nuestros animales fantásticos y saber dónde encontrarlos.
Construir nuestro propio libro sería un tema que requeriría toda una vida de
búsqueda al estilo de Newt Scamander, por ende, es valioso compartir que sin
necesidad de dedicarle la vida entera, tan solo dedicar un semestre y tomar el
tiempo para detenerse a conocer parte de nuestro folclore es tener un símil más
complejo, pero con la misma magia y mística que la que impregna todo el universo
de J.K. Rowling.
Desde nuestros saberes y cosmovisiones, el universo conspira para crear seres
fantásticos que, en forma de cuentos y leyendas, nutren nuestras reuniones
familiares, nuestras noches de campamento e incluso nuestras aulas,
ya sea en forma de ferias de humanidades o simplemente en las diferentes clases
que cada maestro imparte.
Desde mi humilde postura, basta decir que, conocer la historia de un lugar, es
conocer sus tradiciones, sus costumbres, su gastronomía y fiestas, ergo
especialmente, es dejarse llevar por sus animales fantásticos; en una de esas, sin
necesidad de saber dónde encontrarlos, los vemos de frente y vivimos la mística
que en este semestre buscamos construir desde la formación en aula.
Comments