Por Yunuen Vanessa Guerrero Vivero
¡Soy un tonto!, ¡No puedo con eso!, ¡Yo no sé! No me regañe, lo que pasa es que yo, ¡no puedo!,
¡Estoy fea!, ¡Soy negro!, ¡Eso me pasa por torpe!, eso nunca se me ha dado, y la lista si no la paramos, es interminable.
Estas son frases que a menudo se escuchan en las aulas, dichas por los alumnos. Constantemente hablamos y estamos muy alertas con el bullying, es decir del maltrato entre iguales, también se considera mucho que el trato con los alumnos por parte de los docentes, sea cordial, firme y respetuoso, sin embargo, pocas ocasiones volteamos a ver la violencia que muchas veces se generan los alumnos así mismos, esa comunicación intrapersonal que debería ser cortés compasiva, de respeto y amor, es todo lo contrario, si no se quieren a sí mismos, entonces estamos generando personas débiles y vulnerables ante la vida, si no reforzamos la autoestima, autoconcepto y la confianza en esta etapa de la vida… Entonces, ¿Cuándo? Y ¿Quién?
Al escuchar estas frases de por sí, por su propio contenido semántico ya es digno de alerta, pero
escucharlas decirlas a sí mismos, nos puede estar hablando de un sin número de factores que
intervinieron para que el diálogo interno de los jóvenes sea ese.
Y muchos de nosotros como adultos podemos decir de manera inmediata: “Esto se lo dicen porque lo escucharon de otros chicos, porque lo vieron en alguna plataforma o en las redes, de seguro se lo copiaron a “X” persona, eso lo hace para autovictimizarse y chantajear, obviamente no se lo dicen en serio, o bien que son la generación de azúcar o de cristal, que ya no aguantan como antes, que todo les incomoda”. Y es muy probable que tengamos razón, sin embargo, hay la posibilidad que no sea así, además que de tanto repetirse esas frases, comiencen a creerlas y generarlas como su realidad.
Sabemos que, dentro de las diferentes etapas del desarrollo humano, la 1ª infancia es fundamental para aprender del mundo exterior y en esta, las habilidades sociales; que, a su vez, serán de las más cotizadas en su vida adulta, ya sea por cuestiones laborales o bien de orden personal. Es por eso que en la etapa de la adolescencia, por cierto también considerada coloquialmente como: “La segunda infancia”, debido a que es en este momento de su vida adquieren su personalidad, que si bien ya habían formado algunos rasgos en etapas anteriores, sin duda es en la adolescencia donde vienen a reafirmarse y formar la propia, a partir de una serie de modelos tanto internos como externos y es aquí donde entramos la otra
parte del equipo, es decir, padres y docentes para que esta formación sea lo más saludable y podamos apoyar en la construcción de esa personalidad que los hará seres independientes y funcionales.
En nuestro pensar cotidiano, podemos asumir con facilidad que es importante darle a nuestros hijos o alumnos formación académica, sin embargo, todas las herramientas académicas pierden su valor, si no están sostenidas por herramientas emocionales, donde la base de todas estas es el “Autoestima”, sin ella, las demás son endebles o poco profundas, por lo cual, es necesario partir de la base para que nuestros adolescentes sean personas estables. Y nuestro discurso para con ellos es fundamental a lo largo de sus vidas, de aquí la necesidad de hacer énfasis durante la adolescencia, que es un periodo de muchos cambios en áreas del cerebro, las cuales están relacionadas con los procesos sociales; por eso en esta etapa están más expuestos a riesgos, pues la corteza prefrontal está madurando, y esta es la encargada de tomar decisiones, establecer sus propios límites, por mencionar algunos, de ahí que beneficie o perjudique la forma en la que los tratamos.
Y no se trata de no decirles nada, no reprenderlos, corregirlos o proponerles; se trata de hacer
consciencia del lenguaje que usamos para con ellos y como lo reafirmamos a través de nuestro lenguaje no verbal. Así mismo, de hacerles conscientes de lo que se están diciendo y como hablan con los demás, para que de esta forma, en lugar de enfrascarnos a una ruta sin salida, ellos mismos se cuestionen su discurso.
Cabe mencionar que la primera unidad social con la que nos enfrentamos los humanos es la familia, y que en nuestros primeros momentos de vida aprendemos por imitación, si el vocabulario o discurso de una familia tiende a ser fatalista, victimizante, de enojo para los mismos miembros, de crítica constante, despectivo, clasista, racista, etc., el ser humano en formación de manera inconsciente asumirá que ese, es el discurso correcto, generará por consecuencia una falta de autoestima, de autoconcepto, pues está normalizado y saldrá a sus otros núcleos con ese discurso, que en momento puede ser aceptado, pero posteriormente puede ser excluido.
Sin embargo, si el discurso es propositivo, si se enfoca en soluciones no en el problema, si se genera a través del respeto y amor una buena autoestima y autoconcepto, buscando un equilibrio saludable para no llegar al otro extremo como la sobrevaloración, sobreprotección, egocentrismo; entonces estamos dando herramientas emocionales de alto valor que les permitirá fluir en sus entornos, con un sentido de conciencia, respeto fortaleza y saberse capaces de lo que pueden lograr.
Aquí algunos tips para comunicarnos de manera asertiva con nuestros adolescentes:
a) Hablarles con un vocabulario apropiado, evitar palabras altisonantes o elevar la voz.
b) Mantener canales abiertos de comunicación (Cuando nos hablen, evitemos interrumpirlos y
demos toda nuestra atención, no al celular).
c) No hacer juicios inmediatos. Por ejemplo: dame oportunidad de pensarlo y te aviso mi decisión
en 4 horas, mañana, después de la cena; también preguntar ¿Consideras que lo que hiciste fue
lo correcto? O ¿Cómo hubieras reaccionado tú?
d) Háblales con respeto y espera lo mismo de su parte.
e) Hacer preguntas retóricas cuando escuchamos que se violenta verbalmente a sí mismo. Por
ejemplo: ¿En verdad, piensas eso de ti?, Así como te estás hablando, ¿Le hablarías a alguien que
amas?, ¿Por qué dices que no lo puedes hacer?, ¿Ya te viste en un espejo y observaste los
hermosos ojos que están ahí?, Tu color de piel, estatura, forma, etc. ¿Crees que te hacen menos
capaz?, etc.
f) Reconocer algo que hicieron bien durante el día y mencionárselos cuando se dé o al finalizar el día.
g) Abrazarlos por 8 segundos como mínimo. (Genera oxitocina)
h) Mantener conexión a pesar de la diferencia de horarios. Por ejemplo: si el horario laboral no
coincide con el de la escuela, dejarle algún post-it o nota en su comida, closet, puerta de
recámara.
i) Usar palabras de afecto constantemente para con ellos.
Recordemos que nuestros adolescentes son seres en formación, que es nuestro deber como padres y docentes entregarlos funcionales a una sociedad cada vez más demandante y menos preparada emocionalmente, para que se desarrollen en plenitud, de ahí la importancia de coadyuvar, a través de nuestro hablar para generar esa pequeña, pero ¡GRAN diferencia!
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